C. C. Residencia 80 - Artículos

 

ANDROLOGIA (Suplemento El Mundo - Salud)

Isabel Espiño

Demasiada «bici» lleva a la impotencia (Ver respuestas al pie)

Ya lo decía Hipócrates hace más de 2.000 años. El padre de la medicina moderna observó que un pueblo nómada que vivía al norte del Mar Negro (los escitios) sufría con mucha frecuencia el mismo problema. «El traqueteo constante sobre sus caballos les incapacita para el coito, una gran mayoría se vuelve impotente. Este trastorno afecta a los escitios ricos a causa de la equitación y no a las clases bajas... Los pobres, que no montan, lo padecen con menos frecuencia», escribía el médico griego en el siglo V antes de Cristo. Hoy en día, este trastorno también parece amenazar a los usuarios de otro medio de transporte más moderno: la bicicleta.

Hasta hace algunos años, la relación entre el ciclismo y la disfunción eréctil era una mera hipótesis. Pero esta asociación ha ido ganando peso. La literatura científica y la propia anatomía del varón —quien, al montar sobre el sillín, ejerce presión sobre los nervios y vasos sanguíneos de la entrepierna que se dirigen hacia el pene— respaldan la teoría. También la práctica clínica.
Los expertos españoles ya están viendo algunos casos de hombres impotentes sin otro factor de riesgo más que haber practicado este deporte. Asimismo, se está convirtiendo en una pregunta obligada a los pacientes que acuden a la consulta aquejados de disfunción eréctil.
«Si se encuentra a un chico joven y con gran dedicación al ciclismo, es un factor que hay que considerar» señala Íñigo Sáenz de Tejada, andrólogo del Servicio de Urología de la Clínica Ruber Internacional, si bien este experto aclara que este tipo de casos «son muy poco frecuentes». Y, aunque no existen datos concluyentes al respecto, tampoco la incidencia del trastorno entre ciclistas —ya sean profesionales o amateurs— es más elevada que entre la población general. De hecho, el sedentarismo y sus consecuencias también son factores de riesgo asociados a este trastorno andrológico.

No se trata de abandonar este deporte, que sigue siendo recomendable por sus beneficios para la salud. Sin embargo, el aficionado debe recordar que los excesos nunca son buenos y que existen algunas estrategias mediante las cuales se puede mitigar el riesgo de sufrir impotencia.

Allá por los años 80, Irwin Goldstein, médico de la Universidad de Boston (EEUU) y director del Instituto de Medicina Sexual de este centro, empezó a observar que algunos pacientes impotentes respondían mejor que otros al tratamiento quirúrgico empleado para tratar su trastorno. Se trataba de varones jóvenes y con una disfunción eréctil causada por un traumatismo en la zona. Además, «muchos de ellos eran aficionados al ciclismo», aclara Ricardo Munárriz, colaborador de Goldstein en dicha institución.

Fue el primer paso de la teoría que asocia a este deporte con la impotencia. En esa misma época, las revistas científicas también comenzaban a publicar casos clínicos de problemas de erección y en la zona genital asociados al abuso de la bicicleta.
Sin embargo, hasta hace unos años se trataba de un tema muy controvertido, con escasos estudios que respaldasen estos casos. «Hace una década no se preguntaba» al paciente impotente si practicaba ciclismo, señala Luis Rodríguez Vela, andrólogo del servicio de Urología del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.

EVIDENCIAS. De hecho, hasta 1997 no se evaluaron los efectos de la bici en un gran grupo de deportistas. Ese año, un equipo de investigadores noruegos decidió seguir a los participantes de la Gran Prueba de Resistencia, una competición para profesionales y aficionados que se celebra anualmente en ese país y que recorre 540 kilómetros. De este modo, observaron que una cuarta parte de los 260 entrevistados se quejaba de problemas en la región genital (como insensibilidad en el pene) tras la carrera. El 13% de los varones sufría impotencia, que en algunos casos se prolongó una semana e, incluso, un mes.

«Desde hace siete u ocho años, se empieza a dar importancia a este factor de riesgo. Hoy en día es una de las preguntas básicas», apunta Rodríguez Vela. Mariano Roselló, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid y Palma de Mallorca, coincide en que «cuando se hace una historia clínica de disfunción eréctil es obligado ver qué deportes practica el paciente y comprobar si son la causa», si bien se lamenta de que «todavía hay médicos que no lo saben o que tienen cierto escepticismo» sobre este factor de riesgo.

Aún «es un tema bastante debatido», apunta Sáenz de Tejada. Pese a estas reticencias, a las consultas españolas ya acuden «pacientes jóvenes, de 40 o 50 años, que sólo presentan este factor de riesgo», señala Rodríguez Vela, si bien precisa que sólo un 3% o 4% de los casos que atiende anualmente responden a este patrón. Sáenz de Tejada calcula que la incidencia «es bajísima».

Pese a todo, incluso el NIOSH (el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional de EEUU) se está preocupando por este tema. El año pasado llevó a cabo un estudio entre 36 policías de una patrulla californiana que utiliza este vehículo. Tras practicarles diversas pruebas y preguntas, se vio que hasta un 93% se quejaba de entumecimiento en las nalgas, el escroto, los testículos o el pene durante y después de haber montado en las bicicletas. Habitualmente, la molestia aparecía cuando llevaban cerca de dos horas sobre el aparato y se mantenía durante dos horas y media, aunque algunos voluntarios llegaban a manifestarla durante el día siguiente.

Ninguno de los policías era impotente, pero presentaban una calidad de la erección inferior a la de los voluntarios del grupo control (personas que no trabajaban sobre este vehículo). Además, este valor se veía mermado cuanto más tiempo pasaban sobre el sillín. Tanto este descenso como la sensación de adormecimiento «pueden ser un indicador de que se está desarrollando un problema reproductivo», concluyen los investigadores del NIOSH. De todas formas, no son los profesionales de la bicicleta los que más inquietan a los especialistas. Munárriz aclara que «pesan menos, saben cómo sentarse y evitan este riesgo». «No he visto ciclistas profesionales con problemas de erección», agrega Rodríguez Vela, para quien es mucho más preocupante la situación de los aficionados que pedalean muchas horas.

EL AFICIONADO. Un trabajo publicado el año pasado en el International Journal of Impotence Research arrojaba los primeros datos sobre la incidencia de la disfunción eréctil entre los no profesionales, en comparación con la población general.Los investigadores (Goldstein, entre ellos) evaluaron los datos de más de 1.700 varones de entre 40 y 70 años que estaban participando en un gran seguimiento epidemiológico, el Massachusetts Male Aging Study.

La incidencia de trastornos de la erección era más elevada entre los participantes que no practicaban ciclismo: un 21% de los encuestados de este grupo era impotente, frente a un 11% de los ciclistas moderados ( los que hacían menos de tres horas semanales) y un 17% de los ciclistas «deportistas». El dato no es de extrañar teniendo en cuenta las características del primer colectivo, en el que, por ejemplo, había más fumadores y diabéticos, dos conocidos factores de riesgo de esa patología.

Sin embargo, al ajustar los resultados a ambas variables (así como a otras como la edad o el índice de masa corporal) se vio que los corredores fanáticos «tenían más posibilidades de sufrir disfunción eréctil moderada o severa» en comparación con los no deportistas. Por el contrario, el ejercicio mesurado seguía sin estar asociado a este peligro.

«De hecho, hemos visto que tienen menos riesgo de ser impotentes que los que no pedalean», escriben los autores, quienes estiman además que este último grupo de deportistas «posiblemente represente a la población general de ciclistas», es decir, personas que recorren menos de 62 kilómetros a la semana o que hacen seis sesiones de media hora sobre una bicicleta estática.

«Aunque el trastorno andrológico puede ser una grave inquietud en una población de corredores, debe atenderse en este contexto, y no debería generalizarse en el ciclista medio», concluyen. «Un aficionado que sale dos o tres días a la semana no tiene por qué tener ningún problema, pero quien practica dos o tres horas diarias o mountain-bike tiene más facilidad para presentar disfunción eréctil», precisa Rodríguez Vela.

Roselló coincide en que es un factor que puede afectar a «amateurs que sean corredores de fondo». «Cuantas más horas, peor culotte y sillín más estrecho, más riesgo», añade Rodríguez Vela. «La forma de la bicicleta claramente afecta al flujo sanguíneo peneano», concluye una investigación publicada el mes pasado, también en el 'International Journal of Impotence Research'.

Pero los autores han visto que este problema es menor cuando se utiliza un sillín más ancho, por lo que creen que «aunque las modificaciones de comportamiento (aumentar el número de descansos, apoyarse sobre los pedales para aliviar la presión perineal, etc) pueden ayudar a disminuir este efecto, es necesario que la industria haga modificaciones en el diseño del asiento para eliminar un potencial efecto secundario de un deporte bueno para la salud».

SILLINES. En este sentido, actualmente ya «hay una tendencia generalizada hacia el confort, hacia dispositivos más anchos», aclara Fernando Ortega, director comercial y responsable de producto de Macario Llorente S.A. Asimismo, apunta que también «hay una preocupación generalizada [de los fabricantes] por asientos que disminuyan la fuerza que se ejerce sobre el periné». Aunque estos artilugios (que tratan de evitar esa presión mediante un agujero o gel en la zona que coincide con la entrepierna) aparecieron hace una década, al principio no tuvieron mucho éxito. «Eran poco estéticos», aclara Ortega. Sin embargo, los modelos que han surgido en los tres últimos años «han tenido una acogida absoluta entre los aficionados.

Prácticamente, se generalizarán», agrega.
«La asociación entre ciclismo y patología urogenital no ha pasado desapercibida a la industria de la bicicleta», apunta una revisión publicada en el último Journal of Family Planning and Reproductive Health Care. «En la actualidad hay un amplio número de sillines, que emplean nuevos diseños y materiales, en un intento de aliviar la presión sobre las partes más sensibles», agrega el autor. Pese a todo, Munárriz se lamenta de que todavía no existan investigaciones científicas que constaten su eficacia.

Roselló coincide en que el ciclista amateur tiene que buscar asientos más cómodos. Además, recomienda «que sigan haciendo deporte, pero que se auto examinen, [para ver] si notan que hay una pérdida de la calidad de la erección». Si se tienen en cuenta estos factores, el trastorno andrológico «es un riesgo mínimo».

Sáenz de Tejada también considera que el deportista ha de «ser conocedor de que existe un riesgo. No grande, pero que está ahí». «Hay poca gente que sepa de este factor», agrega. «El paciente no lo sabe. Hay bastante desconocimiento de que un exceso de ciclismo puede producir disfunción eréctil», apostilla Rodríguez Vela.

Mientras no exista exceso, todo irá bien. De hecho, el editorial que acompañaba al trabajo del Massachusetts Male Aging Study hacía una lectura positiva del deporte basándose en los datos de los ciclistas moderados. «La inactividad física es de gran preocupación, y el ciclismo puede ser la forma más factible de ejercicio. Es más, uno de los objetivos más importantes para el tratamiento de la impotencia debería ser ajustar el estilo de vida y modificar los factores de riesgo en la medida de lo posible, tales como la falta de ejercicio». Según Rodríguez Vela, «el ciclismo es fantástico, pero lo que no hay que hacer es abusar».
 

Problemas en mujeres «al pedal»

No sólo son cosa de hombres. Los problemas perineales asociados a la práctica del ciclismo también pueden afectar a las mujeres. Precisamente, los primeros en documentar trastornos sexuales y del tracto urinario causados por este deporte fueron también investigadores de la Universidad de Boston, en EEUU.

Al igual que Irwin Goldstein y su equipo han comparado grupos de ciclistas varones con corredores, otro grupo de esta universidad —dirigido por Michael LaSalle— describió en 1999 las molestias que sufrían las aficionadas a la bici tras cotejar a 282 mujeres que pertenecían a un club de esta disciplina con 51 miembros de una asociación de corredoras, todas ellas con una media de 40 años. Los síntomas y lesiones más frecuentes entre las primeras eran los traumatismos a causa de golpes con la barra horizontal del vehículo (32% de las encuestadas) y el entumecimiento perineal (34%).

Hace seis meses, una investigación recogida en el British Medical Journal describía un nuevo problema clínico asociado a este deporte: la vulva de ciclista. Se trataba de seis casos extremos: mujeres jóvenes que tras unos días de intenso ejercicio presentaban una hinchazón crónica del labio mayor. Habían pedaleado 460 km. a la semana.

Una respuesta recibida

Y ahora hablando en serio. ¿Cómo se puede publicar un artículo titulado "Demasiada «bici» lleva a la impotencia", cuando en un párrafo dice

.....tampoco la incidencia del trastorno entre ciclistas —ya sean profesionales o amateurs— es más elevada que entre la población general ...

¿Es que la autora no conoce el método científico?

Joder, hay periódicos que permiten publicar cualquier cosa. No sirven ni pa envolver el bocadillo.

(Si estáis pensando que al menos sirve para limpiarse el culo, tampoco. La tinta mancha)

Y Felipe sin dimitir ...

Otra respuesta recibida

Es más que probable (viniendo de donde viene el artículo) que esto sea una cortina de humo de Pedro J. Ramírez, para justificarse ante Ágata R. de la P.

"Cariño, lo de Exuperancia era para superar mis problemas causados por los sienes y sienes de kilómetros de bicicleta que hago"